35. El futuro que no existe

Si tuvieras que enumerar la cantidad de cosas que has aprendido en Berlín, no serían muchas, aunque suficientes. Para empezar, aprender alemán es todo un logro ya en si mismo. Pero dejando a parte la barrera del idioma, con la que todo inmigrante se va a encontrar al llegar a un país extranjero que no comparte la misma lengua, el viaje espiritual no lo podrías haber logrado de ninguna otra manera. Crees que al volver a Barcelona se te van a erizar los pelos, porque todo está peor, porque todo es una mierda, porque nada funciona, porque el gobierno ha hecho ésto y ha hecho lo otro, y ahora ha salido éste que roba y el de más allá que también...

Eres de las que crees que la campaña publicitaria del gobierno para vendernos la crisis ha sido lo único resultoso que ha conseguido (a parte de cabrear a más de medio país). La gente se ha comido con patatas que hay crisis y que, frente a la crisis, el ciudadano está completamente al servicio del empresario, de los bancos y de una legislación que queda muy lejos de la protección y del servicio a la ciudadanía. Cuando hablas con tu padre, él te dice que es normal que a los veinte años se tenga el espíritu revolucionario. Pero que a los sesenta uno lo pierde por completo. Entonces le dices:

: Pues precisamente es por eso por lo que ese gobierno de ahora debería abandonar el poder inmediatamente. Porque no tienen ganas de luchar y porque son viejos. Porque, ¿a caso tienes idea de lo que me motiva? ¿Si no lo sabes tú, que eres mi padre, cómo lo va a saber toda esa clase política vejestoria, hijos de una generación que está a años luz de la mía? Nos habéis vendido un futuro que no existe. Crecimos en la abundancia de una joven democracia que nos vendió un futuro que, a la hora de la verdad, no existe. Nos alimentamos de sueños. Soñamos que podíamos ser astronautas y no existe tal posibilidad. ¿Y ahora qué? Ahora tenemos que irnos a otro lado a buscar un maldito trabajo y empezar nuevamente de cero. Volver a gastar un par de años de mi vida sirviendo bocadillos y cafés intentando encontrar una nueva motivación que no necesito, porque yo siempre supe lo que quería ser de mayor. Sin embargo, a mis veintiséis años me planteo mi futuro cada vez que me levanto de la cama, cuando se supone que eso ya tuvo lugar hace muchos años. Y lo hago porque todos mis sueños, todas las posibilidades que me brindaron, eran en realidad una gran mentira.

Tu padre: ¿Y qué culpa tengo yo?

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3 comentarios:

  1. Me encanta como te expresas.
    Recuerda aquí esta tu tío para representarte.

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  2. Me ha encantado la joven inocencia revolucionaria y el provecto afán de seguridad (Geborgenheit, más bien, pero me falta el equivalente... :S) que él te desea. He echado de menos la enumeración de cosas que se aprenden en Berlin, si me permites la inocua crítica, pero bueno, supongo que irán viniendo.
    No te canses y sigue escribiendo, me queda por saber qué tal la vuelta a "casa" y averiguar si cruzaste el "punto de no retorno".
    Mucha suerte

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    1. Gracias :)

      Tengo que terminar el proyecto cuando llegue a Barcelona haré el resumen de todo lo que aprendí, cerraré el libro y lo publicaré con versiones mejoradas, más capítulos... :D

      No me importan las críticas, hay que aprender. Sólo me molestan cuando los que critican no han tenido nunca la más mínima inspiración para escribir algo. Es típico de la sociedad española: criticar pero no hacer nada ni proponer nada para mejorarlo :D

      Así que yo sigo hacia adelante y ya me darás tu opinión :D

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