El GPS del movil de tu
amigo dice que hay que atravesar el bosque. La línea azul que simula
el itinerario hasta el festival lo dibuja bien claro.
Tú: A ver, no puede
ser. No puede ser que tengamos que atravesar el bosque.
Tu amigo: Bueno, ¿ves
alguna otra calle por aquí?
Y es cierto. La calle se
acaba. El único desvío es esta pequeña y oscura entrada hacia un
camino mucho más pequeño y oscuro entre un montón de árboles
malvados.
Tú: No puedo hacer
esto. No puedo. Me voy a cagar del miedo. En serio.
Tu amigo: (reprimiendo
las risas) que no pasa nada, ya verás. Si somos tres. Y estamos
en Berlín. Aquí no pasa nada. Además, tenemos móviles.
Pero en esta ocasión los
móviles solamente tienen una función y es la de alumbrar el camino.
Regattastrasse está más lejos y escondida de lo que creías. No hay
ni una puñetera luz alrededor. Decir que está todo a oscuras es
demasiado poco. La gran masa de árboles os espera. El estrecho
camino cuesta abajo está lleno de baches, piedras, árboles y
arbustos que tenéis que ir esquivando. No sabéis cómo ni por qué
vais eligiendo un desvío u otro en las diferentes bifurcaciones con
las que os vais encontrando. Porque esos pequeños cambios en el
camino el GPS no los contempla. Para él es todo una línea recta.
Durante el lúgubre
paseo, una chica en bicicleta os pasa por el lado. Chillas del susto.
Y ella se disculpa. ¿P...Per...Pero cómo puede ser posible que vaya
sola por este sitio? ¿A estas horas? ¿A oscuras? Sencillamente, los
berlineses están hechos de otra manera.
Tú: ¿Estáis seguros
de que este es el camino que tenemos que coger? ¿No te habrá
pinchado el móvil un serialkiller y simplemente estamos yendo hacia
la boca del lobo? ¡No puede ser que un festival esté tan
escondidoooo! ¿Y si vas borracho? ¿O en silla de ruedas? ¿Cómo
coño lo haces para llegar?
Tus amigos simplemente
pasan de ti. Te dejan sola con el monólogo. Y después de un largo
rato, por fin, por fin, por fin, llegáis a Regattastrasse. Hay gente
caminando por la calle. Menos mal. Todavía os quedan unos cien
números por caminar pero, a pesar de la distancia, ya se puede
escuchar el chumchum del techno.
Cuando llegáis a la
entrada de la Funkhaus Grünau, unos chicos muy amables os reciben y
os ponen una pulserita de estrellas en la muñeca, a cambio de diez
euros. Con esta alhaja de plástico ya tenéis libre acceso hasta el
domingo por la noche. La mayoría de sitios rave o discotecas
en Berlín parecen mataderos o casas malditas. Todo está como
destrozado por dentro y lleno de graffitis. Aquí lo de la fiesta
tipo pija y rica no se lleva nada. Y eso es algo que te encanta
porque no eres ni pija, ni rica. Qué suerte... o qué putada, depende
de cómo lo mires, claro... Paseáis por los diferentes pasillos de
la Funkhaus. muchas personas salen y entran de golpe en los lavabos.
Otras simplemente están por ahí pululando como zombies. Menos mal
que Berlín es una ciudad segura dentro de lo que cabe. Con tanta
droga y tanto drogado, caminar por las calles oscuras y desiertas a
ciertas horas de la madrugada (por no decir, atravesar un jodido
bosque) sería un suicidio directo.
[...] Si quieres seguir leyendo, puedes conseguir el libro en www.madeinbarna.com ¡¡RESOLUCIÓN DE LA HISTORIA Y CAPÍTULOS INÉDITOS!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario