12. La droga del amor y el anti-amor con la droga.

El sueco te invita a una cena. Te han avisado previamente sobre la opinión de los nórdicos ante las citas. Para ellos, invitarte a cenar es algo con un nivel de compromiso elevado. A ti te da igual porque crees que puedes evadirte muy bien de todo lo que suceda. Aunque ya sepa tu edad y tu nombre real, estás jugando a un juego del que seguramente vas a poder salir. Primero porque él no te interesa. Y segundo porque lo ves demasiado "enamorado". Quizás esa es la clave: no te interesa porque lo ves demasiado "enamorado". Y ya sabes lo que sucede cuando alguien está muy enamorado de ti: pierdes totalmente el interés. Mientras recuerdas esta situación Murphyana tan típica, te viene a la cabeza Él. Vamos a admitir que estás quedando con el sueco un poco por venganza con Él. Consideras que con cuantos más hombres te acuestes, más energía negativa le vas a enviar, o algo por el estilo. Llegará el día en el que toda esa energía negativa se convierta en una especie de hostia en su cara cuando se dé cuenta de lo que ha perdido. Porque te ha perdido. Sabes que volverá a contactarte con su vieja palabrería sensual. Pero ya nada tendrá sentido porque tú estás cansada de tíos cobardes que dejan pasar la oportunidad de conocerte porque tienen demasiado miedo, porque todavía están enamorados de sus exnovias maltratadoras o porque vete tú a saber qué coño tienen en la cabeza. Sí, quisieras averiguar qué coño tiene en la cabeza ese Jodido Idiota, pero ya te da igual. Pensaste que era diferente pero es igual a todos. Y tú se lo dijiste. Tú le dijiste: si me rompes el corazón, dejaré de creer en el amor para siempre. Y es precisamente eso lo que ha sucedido. Así que ahora que Él te ha roto el corazón y tú has dejado de creer en el amor para siempre, vas a ir a cenar con el sueco, a casa de sus amigos. Porque está hospedado en casa de sus amigos, ya que él vive en Viena.

Te duchas, piensas que depilarte es una idiotez, que se joda el puto sueco. Pero al final te da un poco de pena y decides afeitarte las piernas, aunque sea. ¿Los sobacos? Bueno, no crees que se vaya a fijar demasiado en los sobacos, así que los dejas tal como están, que no es la mejor situación en la que podrían estar pero vas a llevar manga corta, así que tampoco pasa nada. También tienes algo de bigote pero hace tiempo descubriste una maravillosa técnica: no uses barra de labios de colores muy chillones cuando tienes bigote. Así que decides resaltar los ojos y los labios dejarlos en lo que los trendys llaman color nude. Te paras diez minutos delante de tu maleta -ya que todavía no tienes armario-. Tienes una gran montaña de ropa nada combinable la una con la otra. Primero decides ir hecha un trapo pero te vuelve a dar pena el pobre sueco y acabas vistiéndote muy, muy, pero que muy sexy aunque con manga corta para disimular la pelambrera. No sabes por qué pero tienes la impresión de que vas a acabar provocando todo lo contrario a lo que querías. 

La cena se hace bastante amena. Ver al sueco en su salsa te hace valorarlo un poco más. Antes de pensar que era un auténtico cabrón, deberías haberle preguntado. Pero primero lo pusiste verde y luego le preguntaste. Divorciado. Crees que igual te ha mentido, aunque te da igual porque no va a conseguir nada contigo que tú no quieras. Así que, después de todo, el sueco no está tan mal. Solamente te saca diez años. A veces le miras e intentas imaginártelo con 25. Tuvo que ser majete por aquella época. Tiene una mirada que te recuerda a uno de tus últimos ligues que ahora odias con toda tu alma porque te abandonó por su exnovia. No quieres pensar en eso. Es agua pasada. Pero a veces y sin querer, haces coincidir sus rostros en tu imaginación y fantaseas un poco con la idea de estar con tu exligue cenando, porque él ha vuelto a ti muy arrepentido por todo lo que te hizo. Jum... no está mal. Vuelves a la realidad. Salís a uno de los miles clubs de Berlín. Viajáis en taxi, claro. Pagan ellos. Eso es lo que te gusta de la gente madura, que tiene dinero para mantenerte y no te ven como a una aprovechada, sino como a una joven follable pero también a quien hay que proteger. Piensas que debes aprovecharte al máximo de las ventajas de ser mujer y joven, antes de que el tiempo haga de las suyas.

En la discoteca, bebéis unas cuantas copas. A todas te invita él pero tú, porque te sientes mal, le invitas a un par de chupitos. El sueco tiene la mirada en Cancún de lo borracho que está. Tú también estás bastante fina. Todavía no te ha besado pero sabes que tiene muchas ganas porque a veces, entre conversación y conversación, te mira fijamente a los labios y luego se ríe, aparta la mirada y se lleva las manos a la frente. Tú también te ríes porque sabes qué le pasa. Le pasa que le gustas. Pero te haces la modesta y despistada y con una sonrisilla le preguntas ¿qué pasa? Y él te responde "nada". A un cierto punto de la conversación que mantenéis en la barra, sus simpáticos amigos alemanes le asaltan por la espalda y le dicen algo al oído. El sueco te mira, te coge de la mano y te lleva con ellos de camino a algún sitio.

El sitio destino son los lavabos. El sueco de repente te abraza y te dice al oído si quieres esperarle fuera o entrar con él. Tú te sientes un poco rara. Te vienen a la cabeza un montón de imágenes producto de campañas antidroga. La droga es mala, la droga mata, la droga es mala, la droga mata. Empiezas a imaginar los titulares de los periódicos hablando sobre una joven española muerta en Berlín por coquetear con las drogas. Aún así, estás tan borracha que decides hacer caso omiso a tu buena conciencia y disfrutar del momento porque piensas que si hoy no te mata la droga, mañana es posible que te mate un camión. Así que entras con el sueco al baño. Uno de sus amigos saca un minitrozo de plástico con un polvo blanco dentro. Te dejas caer sobre la pared del baño mientras ellos hacen sus nosequés con el polvillo, una tarjeta de crédito y un billete hecho un rulo. Recuerdas las tarjetas de crédito con las que a veces te pagaban en tu anterior trabajo. Ahora lo entiendes todo. El sueco te mira. Tú sigues apoyada en la pared. El sueco te sigue mirando. Tú también le miras. Y le ves mucho más guapo que antes. Sigues pensando que para tener 35 años no está nada mal. Así que esta vez decides ser tú la que le coges de la mano. Y te acercas a él, le acaricias su rubia barba fruto de un par de semanas y le besas. Los amigos interrumpen. Le pasan la tarjeta y el rulo. Encima de la tarjeta hay un par de rallas. Una para él y otra para ti. Te siguen amenazando todas esas imágenes antidroga. Todos esos titulares póstumos siguen resonando en tu cabeza. Pero tentar a la suerte es un delicioso e irresistible caramelo al que es imposible renunciar. Los amigos abren la puerta, se marchan y os dejan solos. ¿Qué es? Le preguntas. Speed. Te responde. Bueno. El speed no suena tan mal como la coca. Así que después de él, coges el rulo y le dices "yo esto nunca lo he hecho antes". Él te dice que "tranquila". Y tú aspiras. Aspiras fuerte porque no sabes como hacerlo. Y entonces él se ríe y te dice algo así como que "para no haber aspirado nunca, lo has hecho bastante bien".

El polvillo blanco despeja toda la mocosidad de tu orificio nasal derecho. A su paso, deja una especie de acidez y frescor. Es imposible no tocarse la nariz después. Piensas en que eso de tocarte la nariz no lo debes hacer muy seguido, a menos que quieras que la gente se dé cuenta de que eres una yonki. Le devuelves la tarjeta y el billete-rulo al sueco. Él se los guarda. Y después de eso os quedáis mirando bajo la no-luz del lavabo. Tú todavía no sientes ningún tipo de efecto, pero el éxtasis del momento es mucho más frenético que cualquier otra droga. De repente, el sueco saca la bomba sexual que quizás llevaba mucho tiempo reprimiendo adentro y te estampa contra la pared. Recuerdas una conversación mantenida con tus amigas hace bastantes años. Te ríes por dentro. "Me está estampando contra la pared". Te vuelves a reír y piensas en que mañana tienes que contárselo todo a ellas, que esto que te está pasando no tiene ningún tipo de desperdicio. El sueco empieza a olerte el cuello como si fuera un animal. Y, mientras, tú acabas entendiendo por qué ellos son los que tienen la industria pornográfica más potente del mundo. Aunque te gustaría, esta noche no te vas a convertir en su sueño sexual de soltero acabado de divorciar. Así que te libras de sus garras de blanco paliducho, le coges de la mano y lo sacas del baño. La verdad es que te encanta que tenga el pelo tan rubio, es curioso como el pelo puede llegar a ser rubio y de forma natural. De camino a la civilización, te giras un momento y le miras. El sueco está bastante feliz. Vuelves la mirada al frente y piensas en que es un buen padre para tus hijos.

No sabes si es el efecto de la droga, del alcohol o del anti-amor, pero lo cierto es que este sueco te está empezando a gustar. Lo plantas en la pista de baile y al son de una música que no podrás recordar más tarde cuando pienses en ello, empezáis a bailar. Bailáis muy juntos. Le tocas la cara. Está sudando. Él empieza a decirte algo al oído en español. Tú le dices que no quieres oírle hablar en español, que te hable en sueco. Y cual perro obediente, él empieza a hablarte en un idioma élfico que te pone los pelos de punta.

Después de cinco minutos o tal vez dos horas (has perdido totalmente la noción del tiempo), te encuentras en un taxi de camino a casa de sus amigos. Piensas en muchas cosas, como la última vez. Piensas, piensas, piensas. Pero piensas más en los pelos de tu sobaco que en el gilipollas anterior. Curiosa, la vida.



Suena: Morcheeba-Blood like lemonade.





7 comentarios:

  1. Jajajaja, esto me lo perdí! ;) Que buenas historias :):) Aunque no se cuanto hay de ficcion y realidad? Cesar :)

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  2. Ahí está la cuestión!! jajaja sabrás que es verdad cuando hable de un amigo que se rompió un tobillo y tal... :p

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  3. ajajjajajajajjajajaj me meo!!hemos salido juntas??? "me estampa contra la pared"...ésto debemos de haberlo hablado todas!!!! idioma élfico.....muy grande!!!! me sigo riendo...a la vez que me duele un poquito el corazón...por los detalles parecidos y esas cosas.....

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  4. Tantos años y hoy la chica que tal? Cambio del baño?

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    1. Hey, la chica por Barcelona después de Berlín y Madrid. Inaugurando baños, ya sabes. Por cierto, ¿quién eres? ¿Compraste el libro? ¬¬

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