27. La Conversación

Estás en un balcón en el barrio de Gracia. Estás apoyada en la baranda, asomando medio cuerpo a la calle y tienes los ojos cerrados. Respiras el aire de Barcelona, ese aire tan húmedo y con ese olor tan denso y característico. Los rayos del sol del atardecer que está a punto de esconderse tras los edificios de enfrente, te dan directamente en la cara. Intentas prolongar el momento hasta el infinito. Por ahora, quieres estar ahí un rato más. Aunque quisieras alargar ese ratito para siempre. Pero una voz desde el interior te despierta de tu ensoñación diurna. 

"Él": ¿Por qué no entras?
Tú: Porque llevo muchas semanas sin ver...
"Él": El sol. Cierto, se me olvidaba...

Y entonces sonríe mostrando sus dientes perfectos y blancos. Achicando sus pequeños ojos, hasta que se convierten en dos pequeñas rallitas. 

Todo lo que empieza acaba. De un modo u otro, mientras estemos vivos no van a acabar para siempre, pero al menos podemos poner un punto y a parte. Por eso has comprado un billete a Barcelona. Un viaje exprés. Necesitas aclarar por qué llevas ocho meses esperando a que suceda algo. Has dado un sentido poético a vuestra historia. Y la poesía sólo está en la cabeza del autor. Sólo está en tu cabeza.  

Ahora estáis en la Plaça de la Vila de Gracia tomando un café. No recuerdas exactamente la conversación. Siempre tienes lagunas cuando intentas recordar las cosas importantes. Parece ser que es un defecto de tu gran imaginación: si olvidas todo, lo único que puedes hacer es inventar. Y eso es un poco lo que te ha pasado con Él. Que te lo has inventado todo, o al menos eso es lo que Él te dice cuando cae la noche y seguís en la misma plaza, ahora sentados en un banco porque el bar ya ha cerrado. 

"Él": Dime qué es lo que ha cambiado para que estés tan dispuesta a querer algo conmigo. 
Tú: No sé, estábamos en tu cama... la última noche... Y te miré a los ojos y entonces tu cara cambió. Y me enamoré. Ya sabes que nunca me has gustado. Es más, siempre te he odiado. Pero supongo que ahí te vi tal y como eras, no sé, con tus amigos... entré en tu vida y me gustaste. Te puedo asegurar que yo sólo iba de turismo sexual. Hacía seis meses que no echaba un polvo...
"Él" (interrumpiendo): Bueno, estos detalles te los puedes ahorrar, si quieres...
Tú: Nono, pero, en serio, te lo digo en plan colegas y tal. Hacía mucho tiempo que no echaba un polvo y yo sabía que tú eras un blanco perfecto. Siempre disponible, siempre diciéndome lo guapa que era y todo eso. Bueno, qué puedo decir, si eres italiano... En fin, que me compré un billete a Roma para follar. Pero te conocí mucho, me gustó mucho tu vida, me gustó mucho cómo tratas a tus amigos, lo que piensas y... allí, esa última noche, mientras me decías que jamás alguien te había mirado como yo te miraba... Mientras me decías que cuando yo te miraba te sentías desnudo... pues ciertamente te vi desnudo. Desnudo de cuerpo y desnudo de alma, no sé si me entiendes. Y entonces, te vi guapo. Siempre te había visto feo pero esa noche tu cara cambió, te lo juro, tus ojos hicieron algo así como "chinchín" y se movieron y te vi guapísimo. Como en esa peli. Y entonces me enamoré. Y ya está. Podríamos decir que me enamoré primero de una mente y luego de tu cara. 
"Él" (sonriendo, como siempre): Vaya, qué curioso... sí, sí, es verdad que me sentí muy bien esos días...

Silencio.

[...] Si quieres seguir leyendo, puedes conseguir el libro en www.madeinbarna.com ¡¡RESOLUCIÓN DE LA HISTORIA Y CAPÍTULOS INÉDITOS!!








No hay comentarios:

Publicar un comentario